miércoles, 7 de enero de 2009

Y de lo anterior, ¿Que?



Si algo me gusta de la actividad esta, del Blog, es que la gente (¿?) lee lo que escribes y de pronto nos llegan palabras que comentan lo que hemos escrito. En el caso del “escrito” del 30 de diciembre del 2008, el caudal ha sido fuerte y algunos me han leído como el jubilado que, melancólicamente, recuerda su vida profesional. No puedo, en modo alguno, estar en desacuerdo con esa idea pues llevo ligado a mi organización dos tercios de mi vida y no soy un resentido, al contrario, creo firmemente que me tocó vivir una época muy buena de esa organización y tengo una deuda de honor con ella pues me formó como profesional, me brindó todas las oportunidades, me dio alas para volar en todos los campos, me dejó volar solo, me llenó de satisfacciones, me colocó en situaciones donde cualquiera podía sacar el máximo provecho profesional y personal, me asignó responsabilidades y me exigió cumplimiento de cuantas normas forman parte de esa vida profesional. Jamás podré compensar los esfuerzos que hicieron para ayudar a mi familia cuando las circunstancias penosas tocaron a mi puerta y tampoco puedo decir que en mi carrera influyeron otros medios que no fuesen el trabajo, la disciplina, la constancia, la lealtad y el esfuerzo solidario junto a mis compañeros. Como en todas las profesiones, la vida no fue fácil ni regalada. Tuve la oportunidad de trabajar junto a personas de extraordinaria calidad humana, intelectual, profesional, practica, artística, académica, en fin, fui una persona muy afortunada al poder ser parte y trabajar en ese grupo humano que se llamaba FUERZA AÉREA VENEZOLANA. Para mi sigue existiendo aun cuando vientos contrarios pretendan mantenerla en los hangares.
Esa oportunidad que se me brindó me permitió laborar en diferentes esferas y, digan lo que digan, me permitió ver en cuerpo presente, ser testigo de excepción en algunos casos, ser doliente en forma directa, actuar como participante, en la toma de decisiones, en muy diferentes niveles del mando y en varias instancias del ejecutivo nacional.
Hicimos, dijo la hormiga.
Por eso los comentarios sobre causa y consecuencia implícitos en mi escrito mencionado. Por eso la sensación de que actualmente estamos ante una situación de deslinde de responsabilidades en que “los demás” son los únicos culpables de cuanto suceda. Formados en la técnica de solución de problemas, buscamos siempre el porqué de lo que sucede, sin permitirnos creer, en modo alguno, en coincidencias, actos maravillosos, magia. Sin embargo, soy un hombre de fe, un creyente, tengo la esperanza puesta en la raza, creo en el libre albedrío, única diferencia entre nosotros los humanos y las otras especies que habitan la tierra. Si fuimos capaces de desbaratar un sistema que tanto nos había costado perfeccionar, creo sin duda alguna, que seremos capaces de renacer para salir del infierno al que hemos llevado nuestra patria. Y lo digo utilizando siempre el nosotros, fuimos capaces de crear, direccionar, vivir, en un sistema perfectible basado en la maravilla de pensar en forma diferente a los demás. Un sistema lleno de personas que, haciendo uso de su propio intelecto, sin dejarse engañar por nadie, buscan el mundo utópico casi como “sumun” de la propia democracia. Un sistema donde no hay señores ni vasallos, donde como grupo humano o como individualidades no aceptamos la imposición de nadie.
Ahora bien, pongamos los pies en la tierra, veamos el debe y el haber.
Estamos ante un dilema en el cual, antes, no teníamos punto alguno de comparación, y ahora, ya tenemos elementos para colocar en varios lados de la balanza.
Hemos sido testigos de la debacle en todos los servicios públicos, estamos claros en que no existe organización que pueda resistir la llegada de la marabunta. Estamos recreando a los Hunos y sabemos que por donde pasan solo queda saqueo y desolación. Hemos atacado lo más sagrado de un pueblo, su dignidad, exigimos que cada individuo se venda, subaste su dignidad, para poder acceder y/o mantener un cargo público, una limosna, una prebenda, algo que antes se obtenía con esfuerzo y trabajo, con calidad, con excelencia, con el orgullo patrio de ser parte de un algo que valía la pena.
Leia en una chaqueta una frase que habla mucho de nosotros: “Calidad implica estilo”. Esa frase, asociada a la vida industrial hace que vayan de la mano productores y consumidores; asociada a la vida académica y artística hace que abundemos hacia la excelencia sin menoscabar la profundidad de nuestro esfuerzo. Asociada a los sistemas gerenciales implica el cuidadoso detallismo de la gerencia en la planificación, programación y ejecución, para lograr las metas con el menor daño al patrimonio, al personal y a los terceros, que nunca faltan. Esa frase esta medularmente fija en la labor del estadista pues representa Optimizar la función de país sin desmedro de los nacionales. Podemos entonces pensar en calidad de vida si vivimos con estilo, y al tiempo podemos hablar de estilo si lo que hacemos, lo hacemos dentro de una función de calidad.
¿Cómo es nuestro estilo de vida actual? ¿Es un estilo pacifico, sosegado, seguro, con garantías reales? ¿Nos sentimos seguros de nosotros mismos en el sentido de saber que haremos, nosotros, individualmente, en los próximos meses, como ciudadanos de un país soberano? ¿Qué significado tiene, en este momento, el termino País soberano? ¿Cómo verán los pensadores del régimen la función de calidad de nuestro país? ¿Será algo así como que lo que es bueno para ellos debe ser bueno para todos? ¿Estarán ellos contentos con lo “bueno” que están alcanzando? ¿Será que se conforman con lo que hay, porque no pueden hacer otra cosa? ¿Debemos creer que vivir aislados de la comunidad internacional es “bueno”?
No creo razonable el obviar estas preguntas partiendo del hecho de la capacidad de otros países para influir en nosotros, no a esta altura del partido. Nuestros problemas siempre tendrán la cara exterior y la cara interior, y es esta última la que nos interesa con prioridad pues queremos movernos siguiendo nuestros propios impulsos aunque el mundo se mueva un tanto distinto. Los elefantes y las hormigas están con nosotros en la pista de baile y tenemos que bailar a pesar de que estén allí, y cuando la música cese y se marchen los bailarines, quedaremos en la pista y solo importará lo que quede de nosotros. ¿Y a quien le importamos y porqué? ¿Cuál será el imperio salvador que venga a solucionar nuestros problemas? ¿Solucionar los problemas de un país soberano?
Estas preguntas y una miríada más por el estilo son las que me llevaron a escribir la nota del 30/12/08.